Monday, March 21, 2011

...sobre un secreto:

 Harto de leer en pasquines, exposiciones y entradas de blog la famosa cita de Diane Arbus usada como una especie de haiku misterioso, de embeleso para atraer admiradores y darse ínfulas o simplemente como morcilla inevitable en un artículo sobre la fotógrafa; quiero empezar este blog defendiendo la verdad que, con claridad en mi mente hay tras estas palabras: "una fotografía es un secreto sobre un secreto. Cuanto mas te dice menos sabes".
  Que la fotografía es un misterio es algo sabido para cualquier estudioso del medio y para cualquier fotógrafo sensible. A nivel físico-químico, incluso despues de los estudios culminados por Bodenstein en los 80 que describen con detalle el proceso subatómico concurrente en la creación de la imagen latente, los motivos de este no tienen explicación científica completa y el papel clave de las ímpurezas, las imperfecciones de los haluros, (que tiene su paralelismo en el proceso digital) nos habla de un secreto con ecos metafísicos.
  En este último plano cabe recordar la opinión extendida entre las tribus norteamericanas que atribuían a este invento del hombre blanco un mal mayor que el que pudieran traerle sus fusiles, a saber, la capacidad de robarles el alma. Si bien es cierto que algunos acabaron posando para ella, no se si persuadidos de haber errado su juicio, o mas bien abandonados a la fatalidad, entregando lo mas preciado, tal vez destruido ya, con tal de herir para siempre la retina y fijarse en la memoria de sus verdugos.
  En el plano artístico, o mejor, simplemente sensorial, seguimos sin saber qué, como, mucho menos porqué, surge en una fotografía el puncture de Barthes, el miedo de Garcia-Alix, ese vértigo, que pone de relieve su cualidad de huella y nos enfrenta a un abismo inefable: el tiempo, tal vez la vida, atrapados en una imagen.
 Pero en el mundo de Arbus, en el mundo en fin, este es un misterio menor. El que a ella le interesaba, el que persiguió mientras tuvo donde agarrarse fué el otro misterio, el secreto gordo: la vida misma, sus creaciones, sus pulsiones inherentes, su objeto y su destino.
 Por ello Diane Arbus puso toda su fé, su energia, en hacer fotografías que dijesen menos, menos cada vez sobre si mismas, sobre el trabajo de tramoyista del fotógrafo, para asomarse -finalmente de cuerpo entero como sus imágenes- al insondable abismo de la existencia.